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Estambul, la antigua Constantinopla es hoy la ciudad de las mezquitas y el imperio de los sentidos.
Es difícil encontrar una experiencia tan sensual como la visita a Estambul . En ningún otro lugar pueden sentirse tan estimulados los sentidos como en la ciudad de los dos mundos- las vista los olores, los colores, los sabores y los sonidos son capaces de embriagar cualquier espíritu nada más entrar en la ciudad. Los mercados de especias hacen descubrir al olfato de olores antes nunca El sabor de su té negro y dulzón, junto al de los pistachos y almendras que constituyen la base de todos sus dulces y su principal, aperitivo, imaginados. Los sonidos de la ciudad, de los domadores de osos, de los miles de coches, mezclados con el de los cientos de muecines llamando a la oración desde los minaretes de sus mezquitas, cinco veces al día. La vista y el tacto se recrean en los tejidos multicolores de sus mercados y en los bellísimos mosaicos de sus mezquitas. Todo el mundo sabe que Estambul es la única ciudad del mundo que se asienta sobre dos continentes, dividida por un extrecho el del Bósforo, entre dos mares, el mar de Mármara y el mar Negro. Elegida por el Emperador Constantino fue la capital del Imperio Romano de Oriente primero, de Bizancio y del Imperio Otomano, después. Es como le sucede a Roma, una ciudad que hay que visitar en distintas ocasiones porque en un solo viaje resulta imposible disfrutar de todos sus encantos. El peso de la historia resulta abrumador para una sola visita. Después de visitar la ciudad, La antigua Catedral de San Sofía, centro de la cristiandad en tiempos de Constantino, la Mezquita Azul, la Mezquita de Suleiman el Magnífico, El Palacio de Topkapi sede de los emperadores Otomanos; de callejear por sus callejuelas y de comprar lo inimaginable en el Gran Bazar construido por el siglo XVI, o en cualquiera de los muchos mercados de la ciudad de artesanía o de especias; uno de los mayores placeres que se pueden encontrar en ella es el de atravesar el Bósforo, no en uno de esos barcos turísticos repletos de turistas, sino en una pequeña barca de pesca o en un destartalado barco de madera, que ha modo de taxi salen continuamente del embarcdero de Eminonu con los habitantes de la ciudad que viven a uno y otro lado del extrecho. Mientras el barco se aleja de Europa y se acerca a Asia se puede contemp`lar el Ski line de la ciudad, los miles de minaretes de sus impresionantes mezquitas hasta las almenas del palacio Topkapi. A desembarcar en Uskudar, en la parte asiática, hay que dirigirse a la torre de Leandro, del siglo XII, en la que según la leyenda un sultán encerró a su hija para que no la picara una serpiente.
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